Lejanía

A veces me parece una tontera querer alejarme de ti. Jamás has estado suficientemente cerca de mí y, pese a poner todas mis ganas por bloquear los pensamientos tuyos que me surgen a menudo, pareciera que estos cada vez ponen más empeño en irrumpir cuando no quiero.

Apareces como si nada. Creo que por naturaleza tu presencia se hace presente cuando no quiero. Nunca busqué tus ojos y menos el calor de tus brazos, pero tus caricias me invitan y rodean cada vez que pueden. Me confunden, me alegran, me entristecen y me vuelven a este mundo que cada cierto tiempo deseo abandonar para estar por siempre sumergida en los sueños que construía a diario contigo.

La vida se encargó de unirnos, mantenerlos mucho tiempo unidos aunque distantes o distantes pero unidos. Puede parecer ilógico o poco factible, pero tú y yo sabemos que pese a estar juntos, siempre estuvimos separados. Hoy, esa misma vida que se encargó que nos conociéramos en la circunstancia menos probable de imaginar, ahora nos vuelve a alejar, pero con esa lejanía física que tanto temí.

Tuve miedo de amarte, de necesitar el contacto de tus labios con los míos susurrando que ese abrazo eterno que tú y yo recordamos se volvería a repetir. Pronto, muy pronto, en un tiempo más o quizás nunca, pero evocándolo en susurros, con cierto miedo a ser escuchados, con miedo que el destino oyera y fuera cómplice de nuestros encuentros y nos dañara con separar nuestros caminos.

Por muchos susurros que pronunciamos, el destino nos oyó de todos modos. Mañana nos alejará y tan sólo escribir esas palabras hacen que en mi pecho surja una agonía, una incertidumbre que ya me había acostumbrado a vivir a tu lado, pero más fuerte, más potente e hiriente.

Nunca pude compartir mis días contigo. Nunca pude despertar viendo tu rostro dormido e intentar adivinar tus sueños de alma escurridiza. No pude amor, no pude demostrar quién soy cuando amo, no pude. A ratos lo hice, pero creo que el tiempo para amar es más que ver a quien amas una vez cada tres meses. No pude decirte a diario que me arrepentí enormidad de no arriesgarme a tener algo contigo cuando lo planteaste. No pude, no me atreví, no lo hice. Quién sabe, quizás hoy las cosas serían distintas, quizás se mantendrían igual, no lo sé. Sólo sé que este correr tras tu amor e intentar sostenerlo entre mis manos se acabó desde el momento en que tu boca decidió que entre ambos no existiría nunca nada.

Fue un certero y duro golpe a mis sueños, a mis pensamientos que intentaban cambiar el destino. Agradezco de todas maneras tu sinceridad y aquellos momentos en que huiste y me dejaste a la deriva, con esos mensajes ambiguos tan propios de tu personalidad. Agradezco la incertidumbre que viví esperando las respuestas que necesité, pues aunque mi alma sufría al ver tu lejanía, ésta aprendió que no se puede retener a quien siempre ha querido ser libre y vivir sin amarras.

Cuánto deseé no atarte. Cuánto deseé tenerte sin ahogarte, sin que te dieras cuenta que mi corazón moría por el entrar en el tuyo, pero la suspicacia que corre por tus venas se alertó en cuanto corroboró que mis ojos se volvían distintos al ver los tuyos.

Tu misma suspicacia siempre encuentra las vías para llegar hasta mi corazón y replantear las dudas amorosas que me cuestan tanto trabajo deshacer. Tienes esa habilidad para entrar en mi vida cuantas veces quieres, incluso en los momentos más insospechados, en esos momentos en que agradezco tu lejanía para que de una vez por todas no vuelvas a tocar la puerta de mi alma y ésta te deje pasar.

Tu facilidad de discurso y mirada tierna envuelven a este pecho tuyo con el que hoy escribo. Envuelven a estos ojos que suplican encontrarse de nuevo con tu mirada y a estas manos que ruegan por sentir de nuevo el calor de tus abrazos. Envuelven también a este corazón que evita los encuentros contigo, pero de los que jamás podría huir, al igual que de tus besos, esos tan amargos como dulces que siempre invitan a seguir siendo prisionera de los tuyos. No sé si por falta de voluntad o por tu maestría al besar, nunca he podido mirar tus labios y no desearlos una y otra vez. ¿Qué será? ¿Mera condena eterna o falta de voluntad? No sé ni me interesa encontrar esa respuesta, pues cada vez que me autoimpongo no volver a ser tuya, la conciencia me traiciona y gana el placer de sentir tu lejana cercanía.

Estuviste presente en cada pensamiento matutino, de medio día, de tardes y veladas noches como un vicio. Me invadía una sed de pensarte a cada momento difícil de explicar, pero tan verdadera que hasta por períodos tuve la dicha de llamarte con el pensamiento. Esa conexión tan mágica y absoluta de saber cuándo estabas a la deriva, me hizo por más de una vez estar en el momento preciso en que, sin querer, necesitabas una mano que te hiciera compañía. No sé si esa conexión hoy aún existe, pero pienso que lazos tan estrechos y firmes no se separan con nuevos amores ni menos por distancias.

Siento la necesidad de decirte que aunque por tu vida camines buscando o encontrando nuevos amores y sumando cada día nuevas conquistas en tu ya larga lista, mi corazón guardará un espacio para contener los recuerdos vividos. Pese a los amargos instantes que vivimos a causa de ese correr tuyo tras mi corazón y viceversa, haz quedado clavado en él a fuerza de golpes y aventuras. Siempre pensé que podría cambiar la historia ya destinada de amor escurridizo, pero la vida ya me hizo ver que es imposible.


Estoy cierta que pese a leer estas líneas y enterarte que se me desgarraba el alma saber que elegiste a otra persona con la que compartir tu vida, seguirás huyendo de mí y de todo. Así eres tú. Sorprende la certeza y convicción en esas palabras y la valentía para escribirlas, pero te juro que es tan liberador poder verterlas en un papel. Por eso escribo, porque me libera el alma saber que he dejado atrás esa obsesión contigo, ese continuo deseo inconmensurable por saber qué podía hacer o ser para que me amaras. Nada, no podía hacer nada. Nunca pude hacer nada para atrapar tu amor y tenerte por siempre conmigo. Nada. Nada. Ya no hay nada, excepto el anhelo de saber que por fin puedas entender que esto no fue mentira ni palabras sueltas, sino un verdadero deseo de conquistar tu inseguridad y decirte con un tono de dulzura que no te asustara, que sí, que te quise de verdad, pese a todo, pese a que no fueras libre.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Nati, me sorprendo gratamente cada vez que leo tus escritos, son tan lindos natita, te prometo que cndo voy leyendo pienso "sii...es el Don" creeme lo que te digo...