Ejercicio periodístico:
LA DELGADA LÍNEA QUE SEPARA ENTRE LO QUE ES NOTICIA Y LO QUE NO
  • No se enseña en las escuelas de periodismo ni se lee en un libro, sino que apela a la conciencia de quien escribe si lo que publicará es noticia o se ha dejado llevar por matices que la convierten en un hecho llamativo no por su contenido, si no que por morbo o por la ambición de tener más sintonía o tiraje, alejando al periodista del deber de informar sucesos relevantes y que revisten un interés social.

Por: Natalia López Zamorano.-

Libertad de expresión, de opinión, de prensa, de información, libre acceso a las fuentes y ética periodística, son algunos de los conceptos que todo profesional de las comunicaciones debiera manejar a la perfección y ejercer. Sin embargo, el problema surge cuando uno de estos términos se contrapone con otro y se deja de velar por el bien común, transgrediendo identidades, dignidades y valores, tanto personales como también colectivos.


Numerosos son los casos en que por el afán de comunicar, generalmente una primicía, se pasa a llevar la vida privada de las fuentes, su dignidad, profesión u oficio, familia y una serie de consecuencias que se generan por el no haber diferenciado entre lo que es información, de lo que son actos sensacionalistas o simplemente morbo, distanciando al periodista de uno de los tantos objetivos de su profesión, como lo es el de informar velando por el "bien común", entendiéndolo como aquel bien que conviene de manera general y que está por lo tanto, situado por sobre el bien individual. Sin embargo, muchas veces éste se enfrenta con intereses particulares, pues es tentador publicar, por ejemplo, un reportaje exclusivo acerca de un escándalo privado de una persona pública, pero devastador para el ejercicio del periodismo, puesto que aunque el hecho sea verdadero, puede significar un daño al bien común y más aún si ha sido obtenido por medio de subterfugios, como lo fue el caso del Juez Daniel Calvo en nuestro país.


De esta manera, al periodista a menudo se le presenta un conflicto de lealtades, pues se sitúa entre la lealtad de lo que cree y la lealtad al medio de comunicación en el que trabaja, entre la lealtad de informar lo que es noticia y la lealtad consigo mismo de no traspasar la delgada línea que separa a ésta con lo que deja de serlo, pues se puede caer en el sensacionalismo y dejar la noticia relegada al plano instrumental, es decir, "para conseguir algo", como sintonía por ejemplo, y no para informar del hecho mismo en sí.

Como ejemplo a lo anterior, sería la muerte del Cabo Segundo, Cristián Vera, el pasado 11 de Septiembre, producto de una bala que atravesó su cráneo y que finalmente lo convirtió en el icono a seguir, tanto de carabineros, como de quienes lo consideraron como mártir. Por una parte, se justifica la cobertura de este hecho a través de los medios de comunicación, la televisión principalmente, pues se encontraban en el lugar de la tragedia y debían informar lo que estaba sucediendo. Sin embargo,el posterior tratamiento que se le dio a la noticia en momentos en que era trasladado a un centro asistencial en un furgón de carabineros, cuando sus colegas lloraban por la salud de éste, convierte a la noticia en un hecho pincelado.


A sí mismo, cada vez que ocurre un accidente de tránsito, por ejemplo, se muestran a las víctimas en el suelo cubiertas por un papel o a los familiares con llantos desgarradores reclamando la vida de éstas, como si fuera necesario mostrar este tipo de imágenes para tener la certeza de que son ciertas. Respecto de esto, el artículo vigésimo noveno del Colegio de Periodistas, menciona que se respetará la intimidad de las personas en situación de aflicción o dolor, evitando las especulaciones y la intromisión gratuita en sus sentimientos y circunstancias, situación que no se respeta hoy en día.


Es de esperar, por tanto, que la autorregulación de los periodistas comience a desarrollarse y a la vez sea respetada por los editores o directores de los medios de comunicación para no caer en el morbo, sensacionalismo o simplemente en la tentación de cruzar la delgada pero gruesa a la vez, línea que en el conciente periodístico y social, diferencia los hechos necesarios de ser conocidos, de aquellos que se conocen por motivos tan diversos como nefastos.